• Un día te levantas y te suena el teléfono. Contestas por contestar. Quizá coges el móvil un poco dormido después de largas horas de rodaje de una serie o después de la última representación de una obra de teatro. Una voz al otro lado de la línea te dice en inglés que tu hijo está detenido. Despiertas. Preguntas, no quieres creer, piensas que es una broma. Pero la voz de la persona desconocida que te da la noticia insiste. ¿Tu hijo se llama Daniel Sancho? ¿Tú eres Rodolfo Sancho? ¿Eres el padre de Daniel? ¿Y dónde está Daniel? preguntas y pides que te lo pongan al teléfono. Te contestan que no es posible. Daniel, tu Daniel, tu niño mimado, el hijo que lo ha tenido todo, es el asesino confeso de un médico colombiano.
  • La noticia del asesinato del médico colombiano Edwin Arrieta a manos, presuntamente, del chef español Daniel Sancho se está viendo en este país desde el punto de vista del muchacho. Pero se debería ver desde el punto de vista de ese padre, esa madre, esa abuela, que ven como les ha tocado estar al lado del presunto asesino y, seguramente, se nieguen a sentir culpable al joven.
  • No nos olvidamos, por supuesto, de la familia del médico. Tampoco contaban con que un «amigo» acabaría con la vida del afamado doctor. Los medios de comunicación colombianos recogen el drama, el dolor de una familia que nunca más volverá a ser la misma tras enterrar al doctor vilmente asesinado.
  • Daniel, presuntamente, no se detuvo en dar muerte al «amigo». Quiso hacer desaparecer el cadáver cortándolo en una labor macabra de carnicería humana en la lejana Tailandia. Estaba el joven chef acostumbrado a la notoriedad y no se conformó, presuntamente repetimos, en ser un presunto asesino cualquiera. Tenía que entrar en la historia de los peores.
  • Tras los primeros días de la horrible noticia, hablan los abogados. El padre de Daniel le ha dado voz a su abogada en Madrid. Parece que no va a dejar solo al hijo, que está dipuesto a pagar la defensa jurídica del muchacho para evitarle en lo evitable lo peor de las cárceles tailandesas. Es un padre con dinero y está dispuesto a gastar su dinero en la causa de un hijo que, posiblemente, en estos momentos no entienda.
  • La abogada madrileña empieza a retorcer el caso. Está convencida de que el joven chef no pudo hacer el solo tal crimen. Por allí hubo alguien más. Se lo dice a la prensa con un tono muy de Agatha Christie. Y promete esclarecer el caso una vez que el abogado tailandés que defiende a Daniel le pase los papeles.
  • Este es el último capítulo de momento: el capítulo de la abogada del padre. Estamos como al inicio de una novela real con final incierto. Este caso, que une la prensa negra con la prensa rosa, seguirá dando mucho que hablar.
  • También seguirá dando mucho que sufrir. Hay dos familias rotas. Por un lado, está la familia del médico asesinado. Por otro lado, está la familia del chef presunto asesino, es decir, ese padre llamado Rodolfo Sancho que el destino ha convertido en padre de un asesino confeso.
  • Nada tenemos que decir sobre este caso judicializado. La Asociación española por la Igualdad de género «Genus Aequalitatem» considera que es la justicia la que tiene que ocuparse de esclarecer los hechos y hacer pagar al o a los culpables. Los medios de comunicación deberían abstenerse de hacer juicios de valor al respeto. Respetemos la Justicia todos.
  • Por supuesto, que D.E.P. el médico Edwin Arrieta. Nuestras condolencias desde España a su familia.

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