• Este caso es real le sucedió a una compañera de nuestra asociación Genus Aequalitatem, hace un par de días en el hospital Juan Canalejo, de La Coruña.
  • Parece que el Covid es cosa del pasado porque la gente ha obedecido como ovejitas a un Gobierno que ha dicho quítense las mascarillas. Y las quitaron.
  • Volvimos a la normalidad de siempre. El coronavirus había desaparecido de nuestras vidas. El doctor Simón pasó al olvido. Las cifras de contagiados y fallecidos dejaron de ocupar las primeras páginas de la prensa. Nos hicieron olvidar a las ancianas y ancianos muertos como perros en las residencias de la tercera edad. Hicieron desaparecer del recuerdo colectivo a los ancianos fallecidos en sus casas también como perros, a las ancianas muertas gritando por un médico que no estaba.
  • Pero el coronavirus sigue existiendo. Tengo la mala suerte de estar viviéndolo con mi padre en mi casa, sin médicos, sin medios sanitarios, con un Hospital Chuac que lo echó dos veces con 39ºC.
  • Llevo toda la tarde luchado con paracetamol y Metamizol contra la fiebre que no le da tregua ni me da tregua. Llevo toda la tarde en mi trinchera, luchando una batalla que, tal vez tenga, perdida.
  • Llevo toda la tarde maldiciendo a los médicos, a la Sanidad Pública del Partido Popular del Alfonso Rueda y Alberto Núñez Feijóo, a un Gobierno del señor Sánchez que no ha puesto las cuartas dosis de la vacuna y también a un Dios en el que no creo porque siempre está del lado de los ricos y poderosos.
  • Llevo toda la tarde dejándome la piel en lo que tenían que hacer en el CHUAC de A Coruña los médicos y las enfermeras: salvar la vida de un señor de 77 años contagiado de Covid que dedicó su vida laboral a construir muchos de los edificios que se ven desde las ventanas del CHUAC.
  • No, no piensen que mi padre era arquitecto. Era un simple obrero de la construcción, de esos obreros que nunca defienden los sindicatos, ni los políticos. Mi padre siempre fue ese trabajador que curra el pan de cada día haciendo los peores trabajos, porque es lo que hay cuando no tienes enchufes ni altas amistades.
  • Ahora ese hombre está en una cama, con fiebre, cuidado por las manos inexpertas de una hija que hace experimentos con el paracetamol en una lucha sin cuartel contra el covid.
  • Seguro que hay otras hijas, otras esposas, otras nietas, otras hermanas, otras familiares, otras Mujeres pasando por el mismo calvario en esta España, en esta Galicia, donde los hospitales de la Sanidad Pública han dejado de aceptar a la tercera edad.
  • Es por esas otras Mujeres (no por mí) por las que escribo esta vomitona en diez minutos antes de volver a ponerle el termómetro a mi padre. Gracias por leerla.
  • Ojalá un día salgamos del anonimato de nuestras casas todas las Mujeres Felpudo de esta España y nos atrevamos a manifestarnos en contra de los poderes fácticos de este país. Allí estaré, en primera fila, levantando estas manos que están supliendo las manos de los médicos y médicas del CHUAC de A Coruña que no quieren atender a las ancianas y ancianos contagiados con coronavirus.
  • En la Asociación Española por la Igualdad de Género «Genus Aequalitatem» exigimos al Partido Popular del señor Feijóo y al Partido Socialista del Señor Sánchez y a sus socios que ingresen en los hospitales a las ancianas y ancianos contagiados con el Covid para que reciban la atención hospitalaria que necesitan y a la que tienen derecho por el artículo 43 de la Constitución Española.
  • En la Asociación Española por la Igualdad de Género «Genus Aequalitatem» le exigimos a los gobiernos central y autonómicos que cumplan la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. Dejen de obligarnos a las hijas, a las esposas, a las hermanas, a las madres, a todas nosotras, a ser Mujeres Felpudo.

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