• ¿A qué viene usted?, ¿por qué vino usted al hospital? son dos preguntas que suenan a pesadilla real en mi cabeza. Con esas dos preguntas inician los médicos de Urgencias del CHUAC sus interrogatorios despiadados a las ancianas y ancianos.
  • Me preguntó quién habrá sido el escritor o escritora del interrogatorio. Los facultativos torean a los ancianos y ancianas. Les preguntan, con tono acusador, el motivo doloroso que los ha llevado a entrar por la puerta de urgencias como pacientes.
  • ¿Era para tanto? ¿Han venido por un dolor que habrán imaginado?… Las dudas asaltan a los pacientes mayores y nos asaltan a sus acompañantes. Las analíticas les salen a todos perfectas, las radiografías son dignas de un atleta de las Olimpiadas, no tienen tensión, la temperatura es perfecta, el pulso ideal, respiran maravillosamente bien…
  • Tan bien están que ya no ves a la enfermera poniendo termómetros y mirando tensiones. ¿Para qué van a mirar si en el informe de alta ya está todo escrito?… Tienen informes clónicos, papeles que abren la puerta de salida del hospital con el alta.
  •  El abuelo está bien. La abuela está fuerte como una roca. El padre que va hacia los ochenta años parece que va hacia los dieciocho mirando el resultado de una analítica basada en tres tubos de sangre fresca. La madre que se inicia en la edad dorada va a ser operada de rodillas cuando le duele un tobillo. Eso sí, tranquilos, que mamá va a ganar calidad de vida con una protésis de plástico.
  • El personal médico del CHUAC hace unos interrogatorios dignos de la Gestapo. Van interrogando al paciente anciano hasta que el pobre señor o la pobre señora ya no sabe si le duele la cabeza, la pierna, una mano o si había venido por la fiebre del covid.
  • Consiguen que te sientas culpable. ¿Qué haces en un hospital pagado por tus impuestos? ¿Estarás realmente enferma o no es para tanto?… Los acompañantes miramos a los acompañados propios y ajenos. Empiezas a dudar de tu padre, de tu madre, del señor del sillón de enfrente, de la señora que grita que le duele muchísimo la cabeza en una camilla. Empiezas a tener ganas de no haber venido y suspiras por ese informe de alta tan perfecto y tan falso, después de descubrir que el catering para acompañantes se reduce a un yogur.
  • Estoy en la sala covid del antiguo Juan Canalejo, hoy CHUAC. Me han puesto una bata verde de tejido no tejido. Me dieron una mascarilla que no traspasa ningún virus. Me dijeron que no podía salir de la sala. Me prometieron catering de acompañante. Me ofrecieron silla al lado del sillón de mi padre, una silla verde que me parece preciosa para una cocina, igual a la silla verde de la señora que acompaña a su suegro.
  • Los pacientes covid, todos ancianos y ancianas, empiezan a llenar los sillones. Un señor que viene por indicación de un administrativo de un centro de salud es de los primeros en recibir el alta. Los resultados de su radiografía del tórax son muy rápidos. ¿Serán tan rápidos porque le ha salido la radiografía perfecta?… La analítica también le sale ideal. Es un campeón de casi setenta años. La doctora le vuelve a preguntar quién ha sido el que le dio la idea de pasarse por Urgencias. Lo han atendido, pero era un caso de médico de cabecera. Que le quede claro.
  • Al lado del señor que vive solo, hay una señora que vino con tanta prisa que dejó olvidado el bolso con el móvil. La médica se horroriza. ¿No tiene familiares? ¿Y por qué ha venido? La señora contesta que lleva cinco días tosiendo. Parece que no son muchos días de toses. La doctora regresa con un papel de alta y con un familiar de la señora. Respiro aliviada. En el CHUAC son tan humanos que te encuentran a la familia si eres una anciana sola.
  • Mi padre aspira a un ingreso. Está convencido de tener méritos para pasar su coronavirus ómicron en una habitación compartida con otro contagiado. Dudo que lo consiga. La enfermera ha tardado en encontrarle la vena para ponerle la vía, pero lo ha logrado. Miro como le saca tres tubos de sangre con buen aspecto. A los cinco minutos llega la celadora con una silla de ruedas. Lo llevan a hacer la radiografía…
  • Al cuarto ingreso, mi padre ha quedado mirándose en el CHUAC. Las analíticas perfectas y las radiografías de tórax intachables no lo eran tanto. Estaba en lo cierto, lamentablemente. Es por eso por lo que empezamos a escribir este artículo que dejé inconcluso y termino hoy justo antes de irme a dormir.
  • En la Asociación española por la Igualdad de Género «Genus Aequalitatem» exigimos a médicos y a la Consellería de Sanidade una atención en las Urgencias del CHUAC más profesional y más humana.
  • Lo que están haciendo los médicos de urgencias del viejo Juan Canalejo se podría calificar como presunto maltrato a los pacientes, en especial al paciente de la tercera edad. Esta injusticia social tiene que acabar.  Las españolas y españoles, las gallegas y gallegos pagamos impuestos para tener una atención hospitalaria humana y acertada en el diagnóstico.

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